La pandemia del  covid 19 marcó un punto de inflexión para las políticas públicas urbanas y de replanteo de la relación que mantenemos con la naturaleza, incluso rodeados de edificios.

 

Por Laura Rocha – Publicado el 28 de mayo de 2020

La relación con el espacio público, la movilidad, las emisiones contaminantes, la densidad, el espacio verde y la gobernanza metropolitana, entre otras cuestiones aparecen hoy en debate académico y político respecto del futuro de las megaciudades, como Buenos Aires.

El notable cambio en la calidad del aire desde Shangai hasta México DF, así como el avistaje de fauna desplazándose en el asfalto a causa de las cuarentenas obligadas por la pandemia del Covid-19, puso sobre el tapete la discusión que no aparecía tan urgente hace apenas tres meses.

Hay reconocidos pensadores y académicos, como la holandesa Saskia Sassen (La Ciudad Global) que creen cuando pase la emergencia y se aflojen las salidas, la humanidad hará lo mismo que ha hecho con tragedias anteriores y olvidará en poco tiempo la crisis que puso en jaque al mundo entero. “Tenemos una gran capacidad de olvido del dolor y del terror“, advierte. Pero hay muchos otros, que creen que será momento de rediscutir el diseño de las ciudades, especialmente las grandes metrópolis.

Entre los grupos que trabajan para intentar retomar el rumbo y no volver a caer en los mismos errores, son los alcaldes e intendentes, entre los que está Buenos Aires, agrupados en el C40. “La pandemia de Covid-19 requiere un gran paquete de estímulos financieros que genere oportunidades para el cambio. No podemos simplemente continuar actuando de la manera en que lo hacíamos.”, sostuvo el grupo en un documento que enumera varios principios que podrían usarse como reglas para la recuperación sostenible.

Para los mandatarios, esa recuperación debe guiarse teniendo como base la salud pública y experiencia científica, y en servicios públicos e inversión pública. Que aborde cuestiones de equidad que quedaron expuestas ante la crisis. Que mejore la resiliencia, no sólo en cuestiones sanitarias, sino también ante los efectos de la crisis climática. Que conciba el rol de la acción climática para acelerar esa recuperación económica a través de nuevas tecnologías y la creación de nuevas industrias y nuevos empleos.

¿Quién lo hubiera dicho, no? Hasta el alcalde de Nueva York y Barcelona, en donde la atención sanitaria no siempre es accesible para todos, firmaron esta serie de principios.”

El shock y el impacto social y económico también puso énfasis en lo que cada distrito hace respecto de la lucha contra el cambio climático, cuyos efectos potenciarán cualquier problema, nueva pandemia incluida.

La declaración es parte de la iniciativa C40 Cities, una red de 96 ciudades que promueve la acción ante el cambio climático a nivel local. Para comprender su importancia hay que recordar que, según datos de ONU-Hábitat, las ciudades representan el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por su densidad poblacional y las actividades que allí se desarrollan, hoy son además el foco de atención ante una posible mayor propagación del coronavirus.

En este sentido, otro debate central que aparece está relacionado con la movilidad y el espacio público. ¿Cómo volveremos a salir a la calle? ¿Por cuánto tiempo seguirán ensanchadas calles y avenidas de grandes ciudades como Londres, Berlín o Buenos Aires para que la gente pueda circular con la distancia social que obligan las circunstancias?”

¿Qué pasará con la sustentabilidad relacionada con la densidad? Hoy los habitantes de Manhattan que pagan rentas que superan los 4000 dólares mensuales abandonan la ciudad para radicarse en lugares más amplios en donde, al menos, tengan espacio para poder hacer el famoso laundry.

Las respuestas a estas preguntas pueden no ser definitivas en estos tiempos de incertidumbre, sin embargo empiezan a tener peso a la hora de redefinir las prioridades económicas, especialmente los paquetes de ayuda.

Para académicos, ONGs y representantes ante la ONU, cualquier paquete de estímulos debe ser integral y no solo incluir requisitos e indicadores para la economía, sino también para la equidad, la sostenibilidad, la habitabilidad y la salud.

El dinero sólo se puede gastar una vez y por lo tanto hay que hacerlo en la dirección que consiga salvar más vidas a largo plazo, y crear un mundo más justo, sostenible y habitable para la sociedad. Según datos de Naciones Unidas, el 55% de la población mundial vive en áreas urbanas, una proporción que se espera que aumente al 68% en 2050.

La planificación urbana y el transporte en las ciudades se han convertido en focos de contaminación del aire y de ruido, efectos de isla de calor y falta de espacios verdes. ¿Qué valor tiene hoy por ejemplo un balcón en donde se pueda salir a respirar? ¿Es posible densificar ciudades para duplicar su capacidad habitable, como por ejemplo propone el nuevo Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires? ¿Cuál será el desafío para las ciudades intermedias, catalogadas como la esperanza de la urbanización sostenible?

El rol de la gobernanza metropolitana también aparece como tema para tener en cuenta. Algo que quedó claro en todas las latitudes donde el coronavirus golpeó con fuerza son las inequidades.

Por su carácter global similar a la crisis climática, esta crisis sanitaria confirma las profundas relaciones de inequidad existentes en el mundo.”

En un documento que llama a repensar las acciones desde América latina, un grupo de expertos, políticos y ex funcionarios también propone repensar. Entre los puntos salientes, destaca que en general los países de la región tienen sistemas de salud sin el equipamiento necesario para atender a los miles de afectados por el coronavirus.

“El acceso al agua y a sistemas de saneamiento es vital para sostener prácticas regulares de higiene”, sostiene. En América Latina, región que posee un tercio del agua dulce del mundo, 34 millones de personas aún no tienen acceso a agua potable y el 15% de la población espera todavía acceder a los servicios de saneamiento, aumentando la vulnerabilidad de sus comunidades más necesitadas. (CEPAL, Informe regional 2018).

América Latina y el Caribe es la región más urbanizada del planeta, con una alta concentración de su población de menores ingresos, viviendo en situaciones de hacinamiento donde es inviable practicar el distanciamiento social que exigen las normas sanitarias para prevenir el contagio y propagación de la COVID-19. Los países de la región tienen una población actual de 630 millones, lo que representa un 8,6% de la población mundial. Más del 80% de sus habitantes se localiza en zonas urbanas, en especial en mega ciudades que llegan a concentrar más del 30% de la población del respectivo país.

En América Latina y el Caribe, alrededor del 50% de la fuerza laboral, al menos 140 millones de personas, trabaja en condiciones de informalidad y sin red de contención social.

La pandemia desnudó las consecuencias de estas que no son sólo cifras, son personas que enferman y que pueden morir. Es un punto de inflexión para las políticas públicas urbanas y de replanteo de la relación que mantenemos con la naturaleza, incluso rodeados de edificios.”

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