Un documento elaborado por el Consejo Asesor Externo de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad alerta sobre las consecuencias del cambio climático y la suba del nivel del Río de la Plata y ofrece una serie de recomendaciones para este y los futuros gobiernos porteños.

Publicada el 3 de julio de 2023 – Por Laura Rocha

La crisis climática y sus efectos golpean a las ciudades y a ambos hemisferios sin distinción. En ese contexto, empiezan a aparecer planes urbanísticos con la nueva realidad en el centro de la escena.

El Ayuntamiento de París, por ejemplo, aprobó hace menos de un mes un nuevo plan urbanístico “bioclimático” cuyo objetivo es adaptarse con más zonas verdes y menos espacio para la circulación, en favor, en particular, de las bicicletas.

El Plan Local de Urbanismo (PLU), que renueva al anterior, que se adoptó en 2006, y establece una serie de objetivos para la ciudad a 2035, prevé ya unas 70 hectáreas adicionales de espacios verdes, con la ampliación de algunos parques existentes y la creación de otros.

El proyecto más ambicioso es un gran parque metropolitano al norte, en una de las zonas más populares de la ciudad, entre la Puerta de la Chapelle y la Villette.

Y, a más largo plazo, se quiere llegar a 300 hectáreas adicionales, un objetivo muy ambicioso teniendo en cuenta que en el primer mandato de la actual alcaldesa, Anne Hidalgo (2014-2020), se crearon apenas 30 hectáreas de nuevos espacios verdes. Desde 2006 han sido 80 hectáreas.

Entre los objetivos de la planificación oficial, está el desafío de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de contar con 10 metros cuadrados de espacios verde por habitante, cuando ahora la cifra en la capital francesa es de 5,8 metros cuadrados, si se excluyen los bosques de Boulogne y de Vincennes, en los contornos oeste y este de la ciudad.

El Ayuntamiento prevé de aquí a mediados de siglo la despermeabilización del 40 % del espacio público, lo que significa sobre todo sustituir revestimientos de hormigón o de alquitrán por otros de tierra.

La justificación es que “París es una ciudad particularmente vulnerable a las consecuencias del cambio climático porque la intensidad de los usos y su carácter mineral (con mucho cemento o alquitrán en los suelos) la hacen sensible a los fenómenos de las islas de calor urbano”.

Después de haber reducido a la mitad la circulación de vehículos en los últimos 20 años, la voluntad es continuar con esa tendencia, entre otras cosas con más espacio para las bicicletas, para lo que se prevé duplica la superficie para guardarlas en los edificios.

Por lo que respecta a la construcción, la demolición de edificios para construir otros nuevos será la excepción y “la rehabilitación se convierte en la nueva norma para disminuir el impacto medioambiental”.

Podrá aumentar la altura de los edificios existentes, pero a condición de que eso sirva para crear viviendas y a la “deshormigonización” de los patios. Además, la producción de energía renovable será obligatoria en todos los proyectos inmobiliarios de más de 1.000 metros cuadrados.

Cuando se analiza la situación de la Ciudad de Buenos Aires, con apenas 6,2 m2 de espacio verde por habitante, medida que incluye los grandes parques y la Reserva Ecológica, la tendencia parece ir en contra mano.

Respecto de los espacios verdes se publicitan y anuncian nuevos espacios pero no se suman hectáreas absorbentes, a esto se suma el avance constructivo en casi todos los barrios de la ciudad.

Una especial aflora ante los proyectos urbanísticos a orillas del Río de la Plata. Es que las olas de calor intensas, prolongadas y repetitivas; los brotes de enfermedades como el dengue, que no son endémicas, y las sequías, no son los únicos riesgos y amenazas que la crisis climática ha instalado en la capital de la Argentina.

La suba del nivel del Río de la Plata es un potencial efecto del devenir térmico que debe ser tenido en cuenta en el diseño de las políticas públicas locales y recomiendan reevaluar y detener las construcciones en la costa.

Así lo advirtió en un documento el grupo de expertos que conforman el Consejo Asesor Externo de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad: “Las proyecciones de su ascenso en los dos escenarios extremos para el año 2100 están en el rango de 0,55 a 1,25 metros, dependiendo del nivel de las emisiones de gases de invernadero futuras. Es muy probable que el aumento del nivel medio del mar durante el siglo XXI sea más rápido que el observado durante los últimos 40 o 50 años en cualquiera de los escenarios posibles. El estuario del Plata fue llamado ‘río’ por razones geopolíticas estratégicas, pero su dinámica está determinada por la onda de marea oceánica, incluyendo el nivel medio del mar, porque en realidad es un estuario”, indica.

El documento de los expertos desarrolla una serie de recomendaciones para este y los futuros gobiernos porteños:

  • Desarrollar un plan integral para la evaluación ambiental estratégica y el ordenamiento ambiental del contorno ribereño de la Ciudad de Buenos Aires, a partir de la participación ciudadana y tomando como base el conocimiento científico disponible.
  • Detener y revisar propuestas de desarrollos inmobiliarios costeros hasta tanto se cuente con un plan integral de ordenamiento ambiental del contorno ribereño.
  • Incorporar grandes parques en el contorno ribereño. En el marco de un plan integral, dar respuesta a la demanda insatisfecha de espacios verdes públicos recreativos con infraestructura mínima y liviana, preservando humedales e incorporando espacios verdes flexibles que puedan actuar como áreas de retención y ralentización de agua de lluvia.
  • Enlazar reservas y parques con un amplio Corredor Verde, que supere los límites de un camino de sirga, incorporando medios de acceso públicos, recorridos y sistemas de movilidad sostenibles.

En el análisis también se señala la importancia de preservar humedales ribereños como primera barrera de protección frente a tormentas e inundación. “Los continuos rellenos costeros complejizan el escurrimiento del agua de lluvia hacia el Río de la Plata y alejan las desembocaduras de arroyos, reduciendo aún más sus pendientes, afectando no solo el borde costero sino todo el territorio de la ciudad y el área metropolitana”, se señaló.

En ese sentido, la historia de la ciudad de Buenos Aires muestra el gran avance sobre el curso de agua a lo largo de su desarrollo histórico. Si se toma como punto de partida el año 1900, en la Capital se agregaron, en promedio, 26 hectáreas de terreno anuales por los rellenos que se fueron realizando en la costa del Río de la Plata. Desde entonces se sumaron más de 3000 ha.

Primero fue la zona de la Aduana, apenas a metros de la Plaza de Mayo, le siguió el malecón y los rellenos de la zona Norte. El balneario Saint Tropez y Coconor, en la Costanera Norte, de mediados de los 80, son tal vez los últimos registros de playa de la ciudad. Ya había desaparecido el balneario de la Costanera Sur y habían pasado casi 100 años desde que se construyó Puerto Madero, en 1887.

Entre las advertencias, los expertos señalan: “Futuros rellenos aproximarán más la franja de agua contaminada a la toma de agua que abastece a la ciudad y parte del Conurbano. La Ciudad de Buenos Aires cuenta con una reserva de agua potable de muy pocas horas”.

“Si resulta necesario densificar la construcción para satisfacer una demanda de vivienda, no debe hacerse sobre la costa. La costa es un área de riesgo, aunque no aparezca como tal en el Mapa de Riesgo Hídrico de la Ciudad”, advirtieron.

Los impactos de la crisis climática ya se observan y no se detendrán incluso si la humanidad dejara de contaminar en este momento. La inercia del cambio físico atmosférico seguirá hasta alcanzar un punto en el que luego empezaría a bajar. El objetivo mundial de que ese punto máximo sea de 1.5 grados de aumento de temperatura promedio global está más cerca de lo que los científicos proyectaban.

Es fundamental que las ciudades y megaciudades, como Buenos Aires, readapten sus planes urbanos para evitar las peores consecuencias de los impactos. El costo de asumirlo no será barato. Mientras más se demore, más costoso se tornará, en términos económicos y de afectaciones a la población.

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