Por Ing. Joaquín Calero – Publicado el 30 de julio de 2018

Ante los aumentos en las boletas de electricidad es necesario realizar un análisis detallado para acortar las inequidades

El Gobierno Nacional se encuentra realizando una Revisión Tarifaria Integral a partir del 2016 con una proyección de 4 años. Esto tiene incidencia fundamentalmente en la Ciudad de Buenos Aires, sin la intervención del Gobierno de la Ciudad como representante de sus habitantes.

Nuestros servicios de energía son provistos por distribuidoras reguladas por el estado federal. Los precios de estos servicios comprenden hasta aquí un aumento de 1200% en gas y 1600% en electricidad.

Según el resultado fiscal 2017 los gastos del Estado Nacional, ascendieron a 2,4 billones de pesos mientras que los ingresos llegaron a los 2 billones de pesos, quedando un resultado negativo de 400.000 M$. De estos 400.000 M$ los subsidios a la energía representan 125.000 M$. Por tanto, desde el Gobierno Nacional afirman que “la energía es cara y hay que pagarla lo que vale”, que el “verdadero cambio profundo es que todos consumamos menos” y que “debemos ajustarnos tomando el ejemplo de la Ciudad de Montevideo y Santiago de Chile donde los ciudadanos consumen menos gas y electricidad”. Toman como ejemplo estas ciudades considerando que tienen “temperaturas semejantes”. Los siguientes valores son el consumo promedio de un ciudadano en cada lugar:

 

Ciudad Consumo de GAS en m3/mes Consumo electricidad kWH/mes
Santiago de Chile 166 67
Montevideo 227 70
AMBA 345 122

 

Sin embargo, esta información emitida por organismos oficiales requiere de ciertas aclaraciones técnicas, ya que los consumos no son comparables. Las matrices energéticas de estas tres ciudades son diferentes, que tengan temperaturas estacionales semejantes no asegura que sus ciudadanos consuman las mismas fuentes de energía.

En el AMBA la matriz energética está compuesta de gas natural (90% metano) y electricidad mientras que en las otras ciudades las componen con gran parte de GLP (gas licuado de petróleo), leña, glicerina y otras, y con un bajo porcentaje de gas y electricidad. Por ejemplo, en Montevideo de un total de 47.000 usuarios apenas el 10% utiliza el gas como medio de calefacción y en Santiago de Chile de los 680.000 usuarios sólo el 25% lo utiliza para calefaccionarse. Por su parte, en el AMBA, de los 2.300.000 usuarios el 68% requiere del gas natural para su calefacción. Es por ello que, para hacer un análisis comparativo de consumo, se debe utilizar el factor de conversión energético (factor que se basa en la calidad del suministro, su eficiencia y su poder calorífico) de las tres ciudades y transformar el consumo de todos los tipos de energía a uno solo, armando el patrón de consumo energético. Recién a partir de esto se pueden realizar comparaciones consistentes.

Respecto de la consideración que la energía es cara, si bien es cierto que el valor de la misma se encontraba por debajo del nivel, un aumento de tal envergadura como el citado precedentemente, es inconveniente, sobre todo cuando la concesión de distribución de estos servicios encuentra una clientela cautiva y dependiente del primer insumo de la cadena alimenticia. Para poder fijar la lista de precios de suministro de energía, en primer lugar, debe determinarse la estructura de costos que incluya todos los componentes. A partir de esto, se podrá determinar un precio apto. Es decir, conociendo cuál es el costo del megawatthora generado o cuál es el costo del gas en boca de pozo. Todo ello sin confundir costo con precio.

La dependencia eléctrica se ha incrementado de manera considerable. La construcción masiva de los edificios en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, posee algunas características comunes, el NO GAS, el SÍ ELECTRICIDAD. Los nuevos edificios fueron construidos sin instalación de gas, evitando las exigentes inspecciones habilitantes del sistema de gas y costos de materiales, con total dependencia de artefactos eléctricos.

La proyección en perjuicio de los usuarios de no contar mañana con su consumo de energía diversificado para poder alimentarse, calefaccionar el hábitat o poder elevar agua para su uso, es de gravedad. La intención de ser prosumidores con el impulso de la generación distribuida de energía renovable es inverosímil considerando la tipología constructiva de la ciudad.

 

CONCLUSIONES

  • Es necesario reforzar el control mediante organismos de la ciudad como el ERSP (Ente Regulador de Servicios Públicos) sobre la inversión, expansión/renovación y calidad de estos servicios.
  • Activar medidas para postergar parte de las pesadas facturas del invierno a meses de bajo consumo.
  • Implementar programas de comunicación para el uso racional de la energía, específicos para nuestro territorio.
  •  Institucionalizar un Registro de Beneficiarios de la Tarifa Social de Servicios Públicos para revisar consumos donde incluya a los clubes de barrio, entidades de bien pública, institutos y comedores comunitarios.
  • Trabajar sobre un planeamiento energético estratégico para la Ciudad de Buenos Aires, con previsibilidad respecto de las necesidades energéticas futuras, con decisiones vinculantes sobre la matriz energética, el transporte, el tratamiento de residuos y el medio ambiente.

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