La crisis climática es una realidad que ya afecta, de diversas formas, a todas las geografías del planeta. La cuestión de género también aparece aquí.

Por Laura Rocha – Publicado el 11 de marzo de 2020

La crisis climática es una realidad que ya afecta, de diversas formas, a todas las geografías del planeta. Los expertos del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) aseguran en sus reportes que la mayor vulnerabilidad frente a estas consecuencias, algunas veces catastróficas, se da entre las poblaciones con menos recursos. En ese colectivo, América latina, una de las regiones más urbanizadas del mundo, aparece entre las más afectadas. Y, si miramos un poco más en profundidad, la cuestión de género también aparece aquí y pone a la mujer en el centro de esa vulnerabilidad.

Por caso, las mujeres constituyen la mayoría de los 2100 millones de personas más pobres del mundo y de los cerca de 1000 millones que no tienen acceso a electricidad. Este factor social las expone de manera desproporcionada al cambio climático, mermando su potencial de hacer frente a los impactos adversos y perpetuando las desigualdades de género ya existentes (Schalatek, 2018).

María Julia Tramutola, experta en género y cambio climático de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), sostiene que uno de los temas de debate, y de crítica por parte de algunos autores, es que en el área de adaptación las vulnerabilidades específicas de género en la mayoría de los casos son consideradas, pero no se ahonda en sus causas sociales, ni en las relaciones de poder latentes (Röhr, Alber, Göldner et al., 2017).

Las mujeres constituyen la mayoría de los 2100 millones de personas más pobres del mundo. Este factor social las expone de manera desproporcionada al cambio climático, perpetuando las desigualdades de género ya existentes”.

“El citado estudio postula a los enfoques que combinan los derechos humanos, el desarrollo humano y las necesidades básicas como una posible reparación a esta situación. La persistencia de las normas de género que marginan a las mujeres, promueve y cristaliza su vulnerabilidad frente al cambio climático.  Aún así, son muchas las iniciativas, como el cambio a semillas resistentes a la sequía, el empleo de técnicas de gestión del suelo con bajo impacto ecológico, o técnicas comunitarias de reforestación y restauración que están siendo lideradas por mujeres (Schalatek, 2018)”, detalla la autora..

Es que, en la práctica, los efectos del cambio climático están ligados a cuestiones ambientales, pero también se relacionan directamente con asuntos económicos y sociales, particularmente con cuestiones de equidad. En este marco globalizado, América Latina se posiciona como una región particularmente sensible debido a sus características socioeconómicas, institucionales y geográficas.

Las cifras que aporta Tramutola en un trabajo realizado para Latino Adapta, asegura que, en la región, una de cada 4 personas son pobres y más de una de cada 10 no puede satisfacer sus necesidades básicas de alimento, lo que muestra a Latinoamérica como el área geográfica más desigual del mundo.

Los efectos del cambio climático están ligados a cuestiones ambientales, pero también se relacionan directamente con asuntos económicos y sociales”.

Si bien América Latina y el Caribe es una región que emite poco menos del 10% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) mundial que genera el efecto invernadero, es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático.

Sumado a esto presenta una doble inequidad ya que siendo la población más pobre (con mayor representación de mujeres) quien menos contribuye en la generación de emisiones de CO2, a su vez no cuenta con recursos para enfrentarse a los efectos del cambio climático, factor que potencia su vulnerabilidad (Casas Varez, 2017).

“La perspectiva de género como eje transversal a las cuestiones ambientales y sociales permite develar entramados subyacentes en el tejido social, particularmente cuando se refiere a comunidades afectadas por el cambio climático. La relación entre género y clima se valida en diversas líneas que aportan fundamentos para definir el género como una cuestión ineludible en el proceso de desarrollo de políticas públicas eficaces contra el cambio climático”, indica Tramutola.

De acuerdo al documento “La transversalización del enfoque de género en las políticas públicas frente al cambio climático en América Latina”, elaborado por Marina Casas Varez en marzo de 2017, el binomio género y cambio climático deja al descubierto tramas de poder que se originan en la brecha entre hombres y mujeres, se perpetúan en la actualidad por la cultura instalada y se acentúan a raíz de las cuestiones climáticas. Desde esa mirada, el camino de reformulación de las políticas públicas frente al clima ofrece la oportunidad de disminuir las desigualdades y de diseñar estrategias de mitigación y adaptación frente al cambio climático al mismo tiempo.

Fuente: Latino Adapta

Según los expertos hay dos tipos de factores de afectación frente al cambio climático, precisamente uno de ellos es el biológico, determinados por el sexo y el sociocultural relacionados al género (la discriminación, la violencia y exclusión por el hecho de ser mujer).

Estos dos factores combinados con la situación social redundan en una mayor vulnerabilidad, que comprende la inestabilidad de ingresos familiares, la precariedad del mercado laboral, el desempleo, contratos inestables o por tiempo parcial, falta de contratos y beneficios sociales, a lo que se agrega la ubicación geográfica de la vivienda y precariedad en materiales de construcción. La otra dimensión es interna y subjetiva, y se refiere a la “falta de recursos para enfrentar esos riesgos sin estar sometidos a ciertas pérdidas” (Arriagada, 2003). El IPCC reconoce que “las personas que son marginadas en los planos social, económico, cultural, político, institucional u otro son especialmente vulnerables al cambio climático así como a algunas respuestas de adaptación y mitigación. Esta mayor vulnerabilidad raras veces se debe a una sola causa. Más bien, es el producto de procesos sociales interrelacionados que se traducen en desigualdades en las situaciones socioculturales y económicas. Entre esos procesos sociales, cabe mencionar la discriminación por motivo de género, clase, etnicidad, edad y discapacidad” (IPCC, 2014: 6).

Para revertir esta tendencia, hace dos años, en Bonn, las Naciones Unidas, en el marco del Acuerdo de París acordaron elaborar un Plan de Acción de Género.

El objetivo de ese plan es que las mujeres puedan incidir –en igualdad de condiciones y oportunidades que el hombre– en las decisiones respecto del cambio climático y que estén representadas por igual en todo el accionar de las cumbres de cambio climático. Así también, considera el enfoque de género en la gestión de la información científica, en los fondos para la mitigación y adaptación al cambio climático, en la transferencia de tecnología y desarrollo, y el fortalecimiento de capacidades. Se propugna una participación equitativa y significativa de mujeres, sobre todo en las delegaciones nacionales.

La joven sueca Greta Thunberg y tantas otras mujeres llevan hoy la voz cantante en términos de la lucha climática. Y es la voz de la madre naturaleza la que nos convoca y urge a la acción. Y es urgente.

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